lunes, 31 de julio de 2017

Valle de lágrimas

«¿Por qué me dejaste triste y solo in hac lacrimarum valle?». Así remata Pleberio la magistral obra de la Celestina. Hoy en día prima un sentimiento más optimista para la vida, pero todo es cuestión de perspectivas. De la vida se ha disfrutado tanto en el siglo XV como en el XXI. Pero como hoy no existe la trascendencia, se tiende desesperadamente a cifrar en esta vida todo lo bueno, todo lo feliz, todo lo inmejorable. Sin embargo, se mata igual (o más) que antes y de maneras quizá más absurdas e imaginativas; se sigue muriendo; la enfermedad sigue haciendo estragos; la deslealtad, la soledad, la tristeza continúan parasitándonos. Así que lo más sensato no es negar la evidencia (que este valle sigue siendo de lágrimas), sino buscar remedios o asideros. Candidalgia nos aconseja el suyo:

A quien diga que este suelo
es de lágrimas un valle,
no le digo que se calle:
le hago en verso este pañuelo.


domingo, 30 de julio de 2017

Los padres y Nintendo

En lo más escondido de nuestros jardines, viven unas criaturas llamadas Pikmin. Parecen plantas en el suelo, pero si los arrancas, ¡menuda sorpresa!  Un ser diminuto y con ojitos curiosos te observa y, en virtud de tu impronta, te seguirá dondequiera que vayas, ya sea para buscar pequeños tesoros, ya sea para derrotar a temibles y monstruosos insectos. Tres capitancitos extraterrestres se han convertido en sus papás-caudillos: Olimar, Louis y Alph. Deben regresar a sus planetas desde este inhóspito astro llamado Tierra. Los Pikmin los ayudarán. Los hay rojos que resisten al fuego; azules que saben nadar; amarillos inmunes a los calambrazos; morados fortachones; blancos con un sexto sentido; Pikmin-roca muy resistentes; y Pikmin rosas voladores. Cuando veas por ahí una hoja verde, un capullo o una flor, ¿quién sabe si debajo no se esconde la cabeza de un Pikmin?

(A esto llega uno por contagio de sus hijos; y no solo yo, que la mitad de los peluches son obra de una madre maravillosa):

Rojo, amarillo, azul, blanco o morado,
con boca, con nariz o con orejas,
un pikmin sólo nace si lo dejas
un rato bajo el suelo bien plantado.

Cuando lo arranques, se pondrá a tu lado
e irá detrás de ti si de él te alejas,
con tal fe en ti que arrostrará sin quejas
cualquier peligro si se lo has mandado.

En su cabeza vegetal se aloja
un mundo tan enorme y tan pequeño
que brota fuera y se transforma en hoja, 

luego en capullo. Y con olor risueño
culmina, para el alma que la coja,
en blanca margarita del ensueño.



sábado, 29 de julio de 2017

Día festivo: un poema de Ricardo Rodríguez

¡Qué bien describe Ricardo Rodríguez en Un fuego inesperado (Colección DKV de Poesía, 2013) la soledad que sucede a la mutilación del amor! Lo vemos donde solo hay un reflejo, lo oímos donde solo resuena un eco; y como último recurso, intentamos apresarlo en nuestras palabras:

Un poema también es una jaula
para este amor sin nombre.

Han llamado a la puerta, y no eras tú:
es decir, no era nadie.
Sólo el viento
de mayo, que no sabe
cómo me duele abrir la puerta
al fantasma del aire.



jueves, 27 de julio de 2017

LA LUCIÉRNAGA Y LA LUNA

Tras la vergonzosa postración de una holgazanería mal curada, he encargado a Alacrón que haga como que mis alacranes trabajan, pican y emponzoñan. Lo hace por medio de esta fabulilla, salga bien o mal (va por usted, don Dyhego):

Como un terrón volador
y luminoso de azúcar,
la luciérnaga endulzaba
el café de las lechuzas.
La luna se sacó un seno
blanco y lleno de lujuria,
dio de mamar a la noche
la luz de su piel desnuda
y, en las ramas de un olivo,
parió un millar de aceitunas.
La luciérnaga, al mirarla,
se prendó de su blancura
y dijo: «Quiero llegar
volando a la vera suya».

      ********

Las luciérnagas cernían
en sus cedazos la luna
y amasaban con su harina
pan de plata y flor de chufa.
Pero la loca luciérnaga
se salió de la batuta
que blandía la bandada.
«¿Por qué esta loca no alumbra
como alumbramos nosotras?».
Y la luciérnaga ilusa,
les confesó entre aleteos:
«¡Quiero volar a la luna!».
«¿Estás tocada del ala?
―rieron las luces juntas―.
Escarmienta, tonta, y mira
las mariposas nocturnas,
que se acercan a la luz
pero no lo cuentan nunca».
«Ellas siguen a bombillas,
yo a la luz que nos fecunda».

*******

La luciérnaga buscó
en el atril de un nenúfar
estrellas verdes de agua
consteladas en la espuma;
y se asomó al tocador
de azogue donde la luna
mimaba su piel de nieve
e hidrataba sus arrugas.
La luciérnaga voló
sobre sus poros de lluvia
y los empolvó con blancos
besos de luz diminuta.
Luego afirmó convencida:
«Voy a volar a la luna».
Fijó en el cielo los ojos
y emprendió su singladura
sin calcular la distancia
ni el rumbo ni la locura.
Sólo voló. Sus amigas
allá abajo eran minúsculas
motas de harina; el arroyo,
el hilo gris que dibuja
una lágrima; y el monte
de olivos una conjura
de susurros. Allá arriba
las estrellas eran muchas,
la oscuridad era todo
y la luna sólo una. 
Pero ella siguió volando,
y la Tierra, en forma de uva,
siguió bajando. ¡Qué cerca
veía la blanca túnica
de su novia de alabastro!
¡Qué blanca, qué otra, qué nunca
tan bonita! Y llegó al fin
al principio de su cuna,
cuando la luna sonríe
con un arco a la negrura.
Tomó tierra o luna, fue
corriendo por su alba curva,
le zampó un enorme beso
en toda la comisura
de su creciente sonrisa
y celebraron sus nupcias.
¿Que esto qué es? Que quien sueña
tantas veces su locura,
a veces puede llegar
a casarse con la luna.


lunes, 17 de julio de 2017

Fábula de LA MEJILLA Y LA AMAPOLA

Va de fábula, pero cortita, secundum Alacrón. No es lo mismo comparar unos labios a una flor que una flor a unos labios: en la primera vence la naturaleza; en la segunda, la mujer.

Cogió una amapola enojo
porque un vate baladí
comparó el rojo rubí
de sus hojas al sonrojo
de una mujer. «Si ya el rojo
―prorrumpió con desconsuelo―
no encuentra en mí su modelo
como antaño, no me aterra
que el hombre escoja la tierra
como patrón para el cielo».


sábado, 15 de julio de 2017

Día festivo: un poema de Pilar Pardo

De Pilar Pardo es este poema titulado En tránsito. Pertenece a su libro Mirador (Colección DKV de Poesía, 2013). Una curiosa visión sobre el momento más peliagudo de nuestra existencia (amén del nacer y del morir, claro). Nuestra vida está llena, más que de puentes, de Rubicones. Me encanta esa manera de ver al adolescente como un monstruo prodigioso, terribile visu:

Es uno de esos seres prodigiosos
en que convive el niño
con el hombre incipiente.

Desconcertado, como un potro
ante la desmesura de sus patas,
trata de acostumbrarse
y de encajar los cambios más sutiles
que interrumpen al niño
y lo llenan de asombro.

No sabe si llorar o estar alegre

con lo que está pasando.


miércoles, 12 de julio de 2017

Fábula del cronista adjetivoso

Como mi Almanaque de alacranes es un almanaque de estiaje, está de sequía, y cuando llueve, lo hace con aguaceros, de ahí la larga fábula que nos propone hoy Alacrón:

Era un cursi que tenía
el hábito deleznable
de poner los adjetivos
de sus frases por delante
de los nombres. No importaba
que aquéllos fuesen vulgares
o poéticos; él siempre
los injertaba en lugares
preeminentes, como a duques,
dones, usías o grandes.
Vivía en no sé qué reino
ni en qué siglo miserable
(miserable por coétaneo
de aquel lerdo). Pero a base
de los crímenes nefandos
que infligía a la sintaxis,
entre los doctos y sabios 
fue tenido por pedante,
y entre los ricos ganó 
reputación de brillante.
Civil Derecho, ancha manga,
vil garrote, nobles gases, 
pasas uvas, fritos huevos
son varios de los dislates
que le labraron la fama
y talaron el lenguaje.
Tanto fue así que ascendió
cual los humos de un tunante
a cronista de la reina,
cuyo nombre memorable
era Paloma, orgullosa
de sí misma y su raigambre.
Le encargó la soberana
unas crónicas reales
(reales crónicas según
nuestro cursi) que historiasen
su reinado y el de todos
los reyes de su linaje:
a saber, Manuela, Carlos,
Isabel, Fernando el Grande,
y por último Paloma,
la más brava de carácter.
Tres años gastó el cronista
en completar sus anales:
uno tardó en embeberse
de otras obras semejantes,
otro tardó en acopiar
mil fuentes documentales,
y otro en reunir adjetivos
que tanta fuente cegasen.
Acabada al fin la obra,
que tituló como Anales,
mandó a dos mil amanuenses
copiar sendos ejemplares.
Por cada rey cronicado,
la dividió en cinco partes,
la más larga dedicada
a la monarca reinante;
y remató el mamotreto
(y a los amanuenses mártires)
con un prólogo a Paloma
dedicándole aquel trance.
No bien hubo ésta leído
la dedicatoria infame,
entró en cólera y mandó
encerrarlo en una cárcel,
hasta que al cabo de un mes,
depuesto el primer arranque,
lo hizo sacar y le impuso
como pena más suave
el destierro sine die.
Antes lo obligó a sentarse
y a leer de nuevo el prólogo,
que decía en un pasaje:
Aquí tenéis, alta reina,
estos valiosos Anales.
Cada ilustre abuelo vuestro
goza su título aparte:
el de la reina Manuela,
los Manuelinos Anales;
el del rey Carlos se llama
los Carolinos Anales;
el del gran Fernando el Grande,
los Fernandinos Anales;
el de la insigne Isabel,
Isabelinos Anales;
y el vuestro, ¡oh clara Paloma!,
servirá, si a vos os place,
para aumentar más el limpio
lustre de vuestro linaje;
por eso lleva por nombre
los Palominos Anales.
El cronista no entendió
por qué, antes de desterrarle,
lo obligaron a cambiar
los grupos adjetivales
y a ponerlos tras sus nombres
en los dos mil ejemplares.

Si tú lo entiendes, no uses
estos blancos semianales
como higiénico papiro
donde tu furia descargues.


domingo, 9 de julio de 2017

Día festivo: un poema de Raúl Pizarro

La civilización nos libera de las ataduras de la naturaleza; lo malo es que también nos priva de su inocencia. En este poema de Raúl Pizarro, perteneciente a su humanísimo libro Estar aquí (Colección DKV de Poesía, 2016), se expone en breves versos la agonía del hombre moderno, y sobre todo la del hombre individual que crece y deja de ser niño: los ensueños y fantasías de la infancia se derrumban ante la prosa vil y las necesidades de la edad adulta. La niñez es el sagrario de la ilusión.

Sentado en el sofá, frente al televisor,
como en un precipicio,
sin estrellas ni hogueras,
se nos viene la noche, no la calma.

Y un amargo silencio de espinas y facturas
se instala en los cojines.

En sus habitaciones
las niñas duermen sueños de princesas,

ponen trampas al Ogro del Castillo.



miércoles, 5 de julio de 2017

A los bancos

Siento este julius interruptus, pero la bofetada de las vacaciones me ha dejado grogui. Os informo de que durante el verano mitigaré la frecuencia de mis aguijones, y que los reduciré a los días festivos (esto es, a los findes líricos) y a algún que otro picotazo. Y aprovecho para consignar aquí mi agotamiento alacranero: 884 picotazos son muchos picotazos para un solo dueño; a estas alturas se me hace incluso difícil llegar a mil, que tiene ese prestigio tonto de las cifras redondas. El aguijón de hoy (un aguijón de archivo) pertenece a la camada de Videojugarse la vida; está dedicado a los bancos, con quien tuve ayer lo que podríamos llamar cierta fricción:

Soy un banco, no de peces 
ni de culos. Quien me vio(t) 
no olvidará mientras viva 
mi autorretrato robó(t):
  
Muchos no me llaman banco, 
sino barco, porque voy 
atracando en todas partes
sin ninguna detención.

Debo mi rumbo a pequeñas 
cartas de navegación 
(por otro nombre cartillas) 
que me otorgan gran valor; 

y sigo cuantas corrientes 
se me ofrezcan al arpón 
con los fondos más seguros 
para hacer una inmersión.

Empuja el viento la nave; 
yo anoto ceros en pos 
mientras el euro y el noto 
soplen siempre a mi favor.

Entre los peces que pesco, 
el róbalo es el mejor:
desecho los alevines 
y me guardo el gordinflón.

Luego lo vendo en las lonjas 
con trozos de embarcación: 
en Dacca vendo el más caro, 
y allá en Quito el mascarón. 

Algunos, por mis engaños, 
me llaman sólo timón; 
otros me llaman trinquete
por mis manos de ladrón;

y hay quien, por mi envergadura 
y por ser tan comilón, 
llama a mi nave ballena:
va llena de comisión.

Los que van a bordo dicen 
que qué van a hacer si no, 
y que de todos los mares 
prefieren el Mar Menor.

Los que queráis embarcaros 
y subir al espolón 
de mis zarpas, zarparemos 
desde el puerto de Bangkok.