Va de fábula, pero cortita, secundum Alacrón. No es lo mismo comparar unos labios a una flor que una flor a unos labios: en la primera vence la naturaleza; en la segunda, la mujer.
Cogió una amapola enojo
porque un vate baladí
comparó el rojo rubí
de sus hojas al sonrojo
de una mujer. «Si ya el rojo
―prorrumpió con desconsuelo―
no encuentra en mí su modelo
como antaño, no me aterra
que el hombre escoja la tierra
como patrón para el cielo».
Éste no lo entiendo...
ResponderEliminarLo siento.
Salu2.
Falló del poeta, que pecó de enrevesado: en vez de comparar unos labios con una amapola, se hace al revés, luego la amapola no tiene ya la hegemonía de lo rojo, sino la mujer. La misma proporción, traspolada, hay entre tierra (mujer) y cielo (amapola). Siento lo confuso.
EliminarNo las merece.
EliminarLas dos rivalizan en belleza.
ResponderEliminarY en lo carmesí.
Eliminar¡Espero que sus alacranes no le hayan picado y lo hayan dejado convaleciente!
ResponderEliminarEsperamos su vuelta.
Me ha picado el alacrán de la holgazanería, pero intentaré sacudírmelo estos días. Le agradezco infinitamente por su preocupación.
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