He aquí que Chis trae a colación un pecadillo lírico mío de juventud. ¡Bocazas!
¡Oh boca de mi amor, deja que exalte
la única perla que en tu gris guarida
presume de guarrid... digo garrida
entre orfandades donde más resalte!
Tanto idolatro ese tumor de esmalte
que, cuando se le pega la comida,
tú, con deseo de alegrar mi vida,
a él pareces ordenarle: “¡Salte!”
y a mí pareces susurrarme: “¡Entra!”.
Yo enamorado sin dudar me integro
en ese mar donde mi ser se centra,
y cuando varo en tu enciar, me alegro
con la ilusión del buscador que encuentra
en pozos de alquitrán tu diente negro.