sábado, 20 de mayo de 2017

Día festivo: un libro de Juan Antonio Bernier

El azar —esa calculada exactitud del Universo— me ha puesto en un cruce por donde pasaba, a la misma hora y con parecido bagaje, Juan Antonio Bernier. Casi al vuelo, agarré uno de sus libros, Árboles con tronco pintado de blanco (2011), su penúltimo poemario. Si alguna vez se ha hablado de la entraña barroca y exuberante de la poesía andaluza, los poemas de Bernier desmienten el lugar común y emergen como isla aparte. Concisión, sobriedad, contención delimitan el perfil de sus versos, surgidos como lenta decantación de un vivir que tiene mucho de contemplativo, hacia fuera y hacia dentro:

FUTURO DEL AIRE 

Danza de la montaña con el prado.

(Recordar que mi cuerpo 
y el mundo
son asimétricos)

Danza de la montaña con mi cuerpo.

La poesía de Bernier es poesía quintaesenciada. Ahorra todo tipo de recursos para exprimirse a sí misma. En sus versos (aunque broten del asombro) apenas hay lugar para la exclamación explícita. En sus versos (aunque entrañen una pregunta), apenas hay lugar para la interrogación retórica. Incluso el verbo, cuando no es imprescindible, se esfuma para dejar las cosas al desnudo, al sol (¡cuánto revela considerar que la poesía de Bernier se defina más por lo que no tiene que por lo que tiene!):

ÁREA DE SOL

Oblicuidad 
de este rayo de mimbre.

Estambre,
del verbo estar.

Esta veta de lo hiperbreve (que se ahonda en su último poemario, Letra y nube) manifiesta su filón en numerosas páginas. En textos tan escuetos nada sobra, ni siquiera el título, que más que un pseudo-verso inicial, podría tomarse como un contrapoema, una suerte de contrapunto extrañador que hace sorprendente al poema (o viceversa: podría ser el poema el que hace extraño al título). También consagraba Luis Rosales (poeta tan distinto a Bernier) esa demorada dedicación al título, ese descargar gran parte de su energía inspiradora en ordeñar sentimientos en una oración, en un sintagma.

Tanto definen los títulos (tanto indefinen) que cualquiera de estos hubiera valido como título aglutinador del poemario:

Lluvia de contacto
Futuro del aire
Este arcoiris incompleto
Persianas acústicas celestes
Emancipación de la partitura


O este pétalo:

VOLVEREMOS A DELFOS

¿Lo recordáis? Nevaba,
pero la misma nieve...

Parecen escenas fotográficas, pinturas cuya quietud quisiese enjaular el tiempo, la corriente subterránea y negra que irrigase (desde muy hondo, casi desdibujada) el temblor de este libro:

UN RADIADOR BAJO LA VENTANA 

El río,
que frota sus orillas
para no congelarse.

Su cuerpo,
que en silencio protesta
si dejo de tocarla.

Poesía callada, introvertida, como la de aquel Machado que insinuaba más que confesaba. Árboles con tronco pintado de blanco es un libro que se lee y, sobre todo, que se relee, pese a su pasmosa y aparente sencillez, fuente inagotable de significados. 

YOUNG ADULTS AGAINST SUICIDE

Quiero dormir en este bosque.
Bosque,
no estoy hablando de la muerte.

Yo sólo hablo de parar,
parar para dormir,
mientras las copas se mecen
y el aire se desliza,
todavía jóvenes.

Pero no pararemos.

No estoy hablando de la muerte.




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