viernes, 5 de mayo de 2017

Inconstancia del amor

Escrito a la tierna (no tan tierna) edad de quince años, el primer veneno que inoculó Ponzoñón rezuma una malicia tan inicia y benigna que, más que ponzoña, parece chicle de fresa ácida:

— ¿Me quieres, Clarinda mía?
— ¿Qué voy a quererte yo?
¡Ja!, ni loca te querría.
— Pues por ti me mataría
aunque no me quieras, no.
*****
— ¿Aún, Clarinda, no me quieres?
— ¡Ay, sí, amor, sin ti me muero!
— ¡Qué inconstantes sois, mujeres!
Pues lo siento si te mueres,
porque yo, ya no te quiero.




6 comentarios: