jueves, 27 de julio de 2017

LA LUCIÉRNAGA Y LA LUNA

Tras la vergonzosa postración de una holgazanería mal curada, he encargado a Alacrón que haga como que mis alacranes trabajan, pican y emponzoñan. Lo hace por medio de esta fabulilla, salga bien o mal (va por usted, don Dyhego):

Como un terrón volador
y luminoso de azúcar,
la luciérnaga endulzaba
el café de las lechuzas.
La luna se sacó un seno
blanco y lleno de lujuria,
dio de mamar a la noche
la luz de su piel desnuda
y, en las ramas de un olivo,
parió un millar de aceitunas.
La luciérnaga, al mirarla,
se prendó de su blancura
y dijo: «Quiero llegar
volando a la vera suya».

      ********

Las luciérnagas cernían
en sus cedazos la luna
y amasaban con su harina
pan de plata y flor de chufa.
Pero la loca luciérnaga
se salió de la batuta
que blandía la bandada.
«¿Por qué esta loca no alumbra
como alumbramos nosotras?».
Y la luciérnaga ilusa,
les confesó entre aleteos:
«¡Quiero volar a la luna!».
«¿Estás tocada del ala?
―rieron las luces juntas―.
Escarmienta, tonta, y mira
las mariposas nocturnas,
que se acercan a la luz
pero no lo cuentan nunca».
«Ellas siguen a bombillas,
yo a la luz que nos fecunda».

*******

La luciérnaga buscó
en el atril de un nenúfar
estrellas verdes de agua
consteladas en la espuma;
y se asomó al tocador
de azogue donde la luna
mimaba su piel de nieve
e hidrataba sus arrugas.
La luciérnaga voló
sobre sus poros de lluvia
y los empolvó con blancos
besos de luz diminuta.
Luego afirmó convencida:
«Voy a volar a la luna».
Fijó en el cielo los ojos
y emprendió su singladura
sin calcular la distancia
ni el rumbo ni la locura.
Sólo voló. Sus amigas
allá abajo eran minúsculas
motas de harina; el arroyo,
el hilo gris que dibuja
una lágrima; y el monte
de olivos una conjura
de susurros. Allá arriba
las estrellas eran muchas,
la oscuridad era todo
y la luna sólo una. 
Pero ella siguió volando,
y la Tierra, en forma de uva,
siguió bajando. ¡Qué cerca
veía la blanca túnica
de su novia de alabastro!
¡Qué blanca, qué otra, qué nunca
tan bonita! Y llegó al fin
al principio de su cuna,
cuando la luna sonríe
con un arco a la negrura.
Tomó tierra o luna, fue
corriendo por su alba curva,
le zampó un enorme beso
en toda la comisura
de su creciente sonrisa
y celebraron sus nupcias.
¿Que esto qué es? Que quien sueña
tantas veces su locura,
a veces puede llegar
a casarse con la luna.


4 comentarios:

  1. Bella fabulilla como la luciérnaga.

    ResponderEliminar
  2. Sensibilidad y poesía fusionadas.
    ¿Para cuándo tu libro de fábulas?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra mucho que te gusten, Irene. Y ojalá pudiera publicar un librito de fábulas, pero las editoriales poéticas están muy lejos de demandar cosas así, por desgracia.

      Eliminar