Alacráneo, fiel a su cita de los viernes, nos ofrece un epitafio de buenas intenciones, esta vez de aquellas relaciones amorosas que nacen con vocación de eternas y mueren inesperadamente y de repente:
Yacen aquí unos te quieros
que, siendo niños aún,
se enterraron sin más peros
en una fosa común.
La eternidad se acaba en un suspiro.
ResponderEliminarY a veces en menos tiempo.
EliminarLos amores de la infancia y los platónicos nunca se olvidarán por muy enterrados que estén....
ResponderEliminarYo, como Bécquer:
EliminarNo me admiró tu olvido, aunque de un día
me admiró tu cariño tu mucho más.
Más vale un amor breve que un odio fugaz
ResponderEliminarDicho así, queda muy bonito.
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