jueves, 6 de octubre de 2016

EL JAPONÉS HISPANÓFILO

Lo que puede ocurrir si no poseen los rudimentos de una ciencia. El presente caso, verídico a más no poder, le sucedió a Viperio tratando al alacrán japonés que nos deleitó ha poco con un aguijón bilingüe:

Un japonés se enamoró de España
en Tokio, e hizo un pseudo-diccionario
de español-japonés lleno de maña
y de este peculiar vocabulario:

«Un perro regalado es un can-dado;
un nido de cigüeñas, cigüeñal;
un lenguado castrado, un deslenguado;
un gran moral sin moras, inmoral;
un miembro pequeñito es un membrillo;
un cónclave de osos, un osario;
una peste ridícula, un pestillo,
y un buscador de setas, un sectario».

Con su buen lexicón entre las manos,
el japonés se nos plantó en Castilla
y, tras hablar con cuatro castellanos,
arrojó a la basura la cartilla.

Si el hábito no se hace con la forma,
no basta a la razón ninguna norma.



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