martes, 8 de noviembre de 2016

EL PATO, EL CASTOR Y EL ORNITORRINCO

He aquí una fábula de Alacrón. A ver si más de uno se siente identificado:

Empolló una ornitorrinca
cinco huevos dos semanas,
tras las cuales sintió ganas
de buscarse qué yantar.
Salió, ya ves, diez minutos,
lo que tardó el desayuno,
mas lo justo para que uno
comenzase a eclosionar.
Como el nido estaba en cuesta
junto a la orilla de un río,
y el huevo, al nacer bravío,
se salió de su nidal,
rodó barrizal abajo
cual por un carril de sebo
y, sin salirse del huevo,
llegó a un lago de cristal.
Apenas se hubo deshecho
de su cáscara, vio a un pato
que también llevaba un rato
saliendo del cascarón.
Y cerca de la ribera,
vio a un castor que, algo aturdido,
parecía haber nacido
en el mismo pelotón.
Cuando los padres de ambos
llegaron, dieron un brinco
al ver un ornitorrinco
como hermano de los dos.
Y escrutaron vacilantes
su ambigua fisonomía
preguntando: «Y esta cría,
¿de quién es hija, por Dios?».
Pero al verlo tan deforme
si bien falto de socorro,
se endilgaron el cachorro
mutuamente y con desdén.
Los castores lo arrumbaron
por su pico y sus zapatos,
y por su pico los patos
lo despreciaron también.
Menos mal que al poco rato,
llorando como un bendito,
el pobre ornitorrinquito
halló a sus padres por fin.
Pero ¿qué es de los poetas
que ni en su obra preciosa
ni en esta vida de prosa

hallan descanso a su esplín?


6 comentarios:

  1. Preciosa fábula cuya moraleja final denota la cruel realidad que sufrís los poetas. La melancolía es algo innato al poeta y eso es lo que os hace grandes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, yo creo que cada uno siente la incomprensión a su manera; lo que ocurre es que los poetas la pregonamos.

      Eliminar
  2. Hasta de un ornitorringo sacas poesías, ¿Acaso eres el Mesías?

    ResponderEliminar
  3. Que sigan insistiendo, hasta que les salga bien.

    ResponderEliminar