Los he reunido para ti con cariño de escorpicultor. Porque mira: es bueno despertarse de un respingo. El mejor despertador es un picotazo de alacrán. Breve, enroscado, electrizante. No toma tiempo; despeja la mañana. Una picadura al día y no habrá pulla que te muerda sin que vuelva desdentada. Te arderá el estómago con alguna, ¿y qué? Más aguijones he sufrido yo, que los he coleccionado.
Martínez de la Rosa, poeta decimonónico donde los haya, llamó a este género de ponzoñas epigramas, y dándoselas de apicultor, los comparó con pequeñas, dulces y punzantes abejas. Yo prefiero compararlos con alacranes y como tales bautizarlos, para que nadie se relama con un bucólico colmenar de epigramas. El mío es un terrario de escorpiones. Pequeñez: relativa. Dulzura: la justa. Veneno: sobrero.
Un consejo: envenénate con moderación, que lo corrosivo engancha. Uno al día y nada más. Como decían los estoicos, en el medio está el jueves. ¿O eran los epicúreos? Bueno, lo dicho: que seas... ¿Tal vez los hedonistas? Cualquiera sabe, pero ya... ¿Y si van a ser los cínicos...? Mira, que les pique un alacrán.
He aquí el primer picotazo, en vísperas del gran Lunes. Es de uno de mis alacranes preferidos: Ponzoñón se llama, y le encanta filosofar. ¡Buen comienzo de año a muchos!
Para los hombres comunes
un domingo de desgana
no es fin del fin de semana,
sino parte del pre-lunes.