lunes, 25 de septiembre de 2017

Profesiones

Como afirma Alacrante, no por mucho estudiar, más rico se va a a ser:

―Tarda más un fontanero 
en venir que un abogado.
—¿Es que no quiere el dinero?
―No, es que lo tiene sobrado.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Día festivo: un libro de Raúl Pizarro

Hace poco llegó a mis manos, como una hoja tardía, el libro de Raúl Pizarro Lo único que importa (Isla de Siltola, 2012). El libro es un hallazgo en el doble sentido: hallazgo para mí al toparme de manos a boca con un manojo de poemas que entonan un canto tan auténtico a la paternidad; y hallazgo para el propio autor en tanto hombre que encuentra un sentido inexplicable a la vida en virtud de la ligazón que lo vincula con el pequeño ser que es su hija.

Levanto el pensamiento al cielo como
una oración ferviente de gratitud y súplica.
La eternidad hoy lleva nueve meses
y cuarenta días espaciándose en mí.

La hija y la esposa garantizan al hombre, que no se libera del lastre de su propio yo, ni de sus inseguridades, ni de sus cavilaciones. Sigue siendo el hombre que palpa entre tinieblas, pero que halla la oportuna salvación en el amor conyugal y en el filial:

Suplicas que pase aquello que concibes
e inunda tu razón

y que regresen
tu mujer y tu hija.

La identificación con la familia es tal que el yo acaba definiéndose no por sí mismo, sino por el lugar que ocupa en las vidas de los suyos:

… quién soy, quién soy.

Quien recoge la ropa que tu madre
tiende por la mañana.

A la familia está enteramente dedicada la primera de las dos partes del libro, Pompas de jabón. La segunda, titulada atinadamente El trastero, despliega un abanico más amplio de asuntos, ínitmamente ligados sin embargo a la primera parte por su pequeñez: una vereda, una jara, un gorrión, el azahar, los charcos… Son también esas virutas de realidad las que conforman el endeble mueble que es el alma de Pizarro; y al fondo un Dios que, como un fiel sirviente, se hace notar por su aparente invisibilidad:

Derramada a sus anchas, allí siento
toda la plenitud de un Dios que habla
en colores impuros

e interviene en mi historia sin apenas notarse.

Con palabras acogedoras y entrañables escenas, Raúl Pizarro ha dejado claro en este libro su mensaje, más bien su automensaje: lo único que importa es el amor, el amor del que la poesía brota como reflejo inevitable y casi instintivo. Como colofón, este precioso poema:

«No ha nada más plácido y suave que la piel
de un bebé», pensé, mientras mi mano acariciaba,
todo amor, tu carita adormecida.

Pero en ese momento de ternura, de entrega,
pude escuchar las raíces rugosas de la muerte
creciendo lentamente en tu interior, ahondando,
sigilosa, a placer,
como una mala siembra inevitable.

Y me puse a llorar junto a tu sueño
rezando para no
ver crecer ese árbol.




viernes, 22 de septiembre de 2017

El mundo es un pañuelo

Chis se nos vuelve casi filosófico en esta patochada:

¡Qué típica es esa escena
en que, al ser dos presentados,
se declaran intrigados:
«Oye, tu cara me suena»!
Y es que todo está en cadena
en la tierra que habitamos;
y a poco que caminamos,
se percibe con recelo
que este mundo es un pañuelo
donde todos nos sonamos.





jueves, 21 de septiembre de 2017

Seducción

Escorporal, que no nos visitaba desde hacía tiempo, pone este alacrán en boca de esas mujeres cuyos encantos no siempre les procuran los resultados apetecidos:

Siempre atraigo a tipos raros
con mi incógnita belleza,
pues nunca me tocan palmas
y siempre me tocan pelmas.


miércoles, 20 de septiembre de 2017

EL LOBO CON PIEL DE CORDERO

Filosón, que está en racha, nos brinda hoy una fábula que se quiebra de trascendente y filosófica y existencial y todos los calificativos más sesudos que quieran aplicársele:

Soy un ser de treinta cuerpos,
de treinta cuerpos cabales;
los reparto por el tiempo
y copio en todos mi imagen.
Desde que sabe la Química
que nuestro organismo frágil
regenera por completo
sus tejidos celulares
cada tres años, no vivo.
¡Pensar que miro mi carne
y hoy no tiene que ver nada
con la de tres años antes,
pensar que tuve otro cuerpo
del que ocupo en este instante,
me marea, nos marea,
me convierte en mil plurales!
¿Qué soy, qué somos entonces?
¿Un recambio reciclable
que se reencarna en sí mismo
como el pellejo de un áspid?
Hay un demiurgo sin seso
que se encarga de sumarme
añadiendo al yo obsoleto
un yo moderno, más ágil
y actualizado. ¡Qué chasco!
¡Qué sensación de ser nadie!
Triste de mí que entendí
el axioma de Descartes
como Cogito, ergo sum,
sin captar todo su alcance,
que es Cogito, ergo sumamos:
piel más piel, sangre más sangre.
«Se admiten solicitudes
de ingreso en esta vacante
para cuerpos interinos
candidatos a cadáver.
Mal ambiente de existencia,
y en tres años a la calle».
Esto reza en mis efímeros
cromosomas. Lo intrigante
es saber quién o qué cosa
justifica que me llame
con un nombre solamente,
pese a mis mudas trienales.
¿Qué le queda al río Tajo
de Tajo cuando su cauce
ve pasar cada segundo
agua distinta a raudales?
Muerte, morte, mort, mors, thánatos
¿Qué es lo que hace semejantes
a sonidos tan distintos?
¿Sigue siendo el de Cervantes
un Quijote publicado
por cien mil editoriales?
Yo grito sí, que hay un uno
que vence a los numerales
y a la absurda sucesión
aritmética de gajes.
Algo vive en estos cuerpos
que se puede llamar alguien
y que yo familiarmente
llamo yo, que soy el cauce
por donde fluyen las aguas
de mis cuerpos desechables;
soy el concepto que une
los numerosos lenguajes
en que el mundo me traduce;
y soy el fiel personaje
que siempre espera a la vuelta
de la esquina a sus disfraces.
Me paseo por el tiempo 
desgastando viejos trajes
y fundando nuevos cuerpos
sobre futuros fiambres.
Como aquel lobo ya viejo
que, perdidos los arranques
de su eximia lobatez,
empezó a padecer hambre.
Echó mano de su ingenio
y discurrió disfrazarse
de perro pastor. Entrando
en un rebaño no obstante,
puso en fuga a las ovejas,
que se rumiaron el fraude.
La alimaña, escarmentada,
probó de nuevo a infiltrarse
en la majada pacífica
con un disfraz formidable
de oveja, balando y todo.
Mas las ovejas sagaces
huyeron despavoridas.
Torna de nuevo a mudarse,
esta vez en corderito.
Torna de nuevo a ahuyentarse
el prevenido redil.
«Pero ¿cómo sois capaces
―les espeta ya harto el lobo―
de conocerme al instante?
Más que ovinas, sois zorrunas».
Y las ovejas, mofándose:
«Porque a pesar de la lana,
se te ven siempre las fauces».
Moraleja: ¿este poema
es una fábula? Casi
casi parece que no,
pero pese a su ropaje
filosófico-ontológico,
la animalada la trae;
y en lugar de corolario,
trae encajada en esta parte
una fácil moraleja
para imprimirle carácter.
Ergo soy un solo ser
a pesar de tantas carnes.



martes, 19 de septiembre de 2017

Dioses

Las tres religiones monoteístas no se entienden entre sí. Observad este diálogo recogido por Filosón:

―¿A quién crees más de los dos:
al que jura por Alá 
o al que lo hace por Jehová?
―¿Yo? Al que me jura por Dios.


lunes, 18 de septiembre de 2017

El pincel y el botón

La artesanía contra la tecnología según Filosón:

¿Sale guapa en esa foto?
El mérito es de ella y Dios.
¿Sale guapa en ese cuadro?
El mérito es del pintor. 


sábado, 16 de septiembre de 2017

Día festivo: un poema de Arriaza

Hoy va la cosa también de humor, el humor más superficial que se despacha (y que, sin embargo, cuesta un ímprobo trabajo al poeta): el de cómo suenan las palabras. Juan Bautista Arriaza (1770-1837) desafía en estas dos décimas la buena salud de nuestra laringe:

Dijo un jaque de Jerez
con su faja y traje majo:
- A todos en juego atajo,
que soy jaque de Jerez.
Y un gitano que el jaez
aflojaba a un jaco cojo,
cogió, con terrible enojo,
de esquilar la tijereta,
y le dijo: - Por la jeta
te la encajo si te cojo.
- ¡Nadie me moja la oreja!
Dijo el jaque y arrempuja.
Uno aguija, otro no ceja,
coge coraje la puja.
En jarana tan pareja,
el jaco cojo se encaja,
y tales coces baraja,
con la punta del zancajo,
que hizo entrar sin gran trabajo
al gitano y jaque en caja.





jueves, 14 de septiembre de 2017

Algo bonito

Endúlzanos el día, Candidalgia:

Dame besitos de azúcar,
besitos de cañaduz,
que cuando no tengo dulce,
mi gominola eres tú.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Discriminación ¿positiva?

Ponzoñón no quiere herir susceptibilidades, sino plantearnos un interrogante:

Para que puedan tener
hombre y mujer igualdad,
¿debe haber desigualdad
en favor de la mujer?


martes, 12 de septiembre de 2017

Lápiz y papel

Histeriador vuelve con su sal. Que no escueza:

―¿Qué dos cosas llevarías
a una isla desierta?―. Ésta 
fue la pregunta propuesta 
a un bombón de nuestros días.

Poniendo ojitos de miel,
adoptó un gesto modesto 
y contestó: ―Por supuesto,
sólo lápiz y papel.

Omitió por miedo escénico 
sus verdaderos antojos:
el lápiz, lápiz de ojos,
y el papel, papel higiénico.



lunes, 11 de septiembre de 2017

La encajera

Fijaos qué patochada se le ocurrió a Chis el día que conoció el celebérrimo cuadro de Vermeer:

¡Qué dolor de espalda y cuello
arrastró tras tanta espera
la mujer de rostro bello
que posó como Encajera!





sábado, 9 de septiembre de 2017

Las gramáticas del tiempo, un libro de Javier Gallego

Las gramáticas del tiempo (Takara Editorial, 2017) es el título de la primera colección de poemas publicada por el escritor Javier Gallego, excelente historiador y perspicaz sociólogo, como demuestran los artículos de su bitácora Profundamente superficial. No descubriré América si digo que el meollo temático de su poemario es el paso del tiempo, lo que embarga de inexorable pesimismo la mayoría de las composiciones. 

A su dictado nos sometemos los humanos
y todo cuanto hay en la tierra.
Entendemos mal
y creemos que comete faltas de ortografía y dicción.

Algunos versos denotan la frustración o, más que frustración, el enfado que provoca consignar que los objetos inertes más baladíes perdurarán en el tiempo más que el hombre, que ha sido su creador:

La persistente impertinencia de los objetos,
que tienen la desfachatez de sobrevivirte,
de mantener una eterna juventud 
acaso deslucida por una fina capa de polvo
que rápidamente desaparece al pasar un paño.

Para un pensador como Javier Gallego, resulta quizás un sitio obligado abordar el devenir humano desde la óptica filosófica del panta rei. La memoria del río, uno de los poemas técnicamente más conseguidos, aporta una novedad al tópico literario: la visión de que no es el agua fluyente lo que simboliza al hombre, sino el cauce, el molde vacío del río:

La memoria del río
es su surco abogado,
eterna herida abierta que recuerda
que solo quedarán las cicatrices,
que acaso todos somos ríos secos
sepultados de lodo,
cegados por el brillo de la luz.

El segundo bloque temático ronda la idea del yo vivido como una falsedad, como una frustración, como una culpa. Hay un miedo a verse solo, como delatan los poemas de Balance contable (Arrranca el motor de la soledad / cuando se cierran las cortinas del baño) o La intimidad del Whatsapp (Un zumbido repentino me despierta / del sutil limbo donde te desespero. / Una plegaria atendida). Pero sobre todo, hay una conciencia de estar engañando, de estar engañándose. En el poema La piel que habito (una de las composiciones más contundentes del libro), se afirma que la vida es una lucha diaria por construirte un personaje:

un personaje que se ajuste como un abrigo perfecto,
de tu talla,
una segunda piel;
un disfraz que no te tire de la sisa,
ni te haga marca.

De todos los huecos mencionados salva el amor, como se advierte en el poema Considerando y en No hablo del pasado, hablo de ahora mismo. La belleza, la cercanía de la amada redimen del soliloquio de cada día e infringen el régimen de prisiones que es la vida, e incluso se yerguen contra el fluir del tiempo:

Disfrutar de la eterna primavera
que brota en tu cuerpo cada instante:
así se marca el paso de mis días.

Resulta sumamente curioso que en un poemario que, aunque no explícitamente, es intrínsecamente agnóstico (Silencio cuando Dios enmudeció en Auschwitz, reza su poema Retórica del silencio), abunde cierta terminología cristiana, con palabras como pecado, culpa, el pequeño ángel que vela por mí, examen de conciencia, confesión, absolución, redención, perdonar… Y en el fondo de numerosas composiciones late un fondo de culpa cuya expresión más acertada está en el poema El peso de toda la humanidad, con un sentimiento híbrido entre un escéptico determinismo a lo Émile Zola y el concepto cristiano de pecado original:

No un cuaderno en blanco,
vienes pautado y, con mano firme, 
escriben las generaciones entre tus líneas.


Las gramáticas del tiempo es un poemario de raíz profundamente filosófica, existencial, pero su gran virtud estriba en convertir lo racional en cordial, lo pensativo en sensitivo, en intentar desentrañar desde un punto de vista irracional las reglas sintácticas que rigen las edades humanas, la añoranza del pasado, el irremediable huirse del ahora —el lento suicidio de los días— y el cuidado de lo por venir.