Bueno, y ya está mayo aquí. Parecía que nunca iba a venir. Con la primavera en su cumbre, el curso escolar emboca su recta final, y si hay alguien que se alegre más que los estudiantes de verle el fin al curso, esos son los profesores. Alacrón dedica esta loa a mayo, deslizando algunos consejos para docentes:
Ya llega el mes en que la flor presume
de guapa y las abejas de hacendosas.
Ya llega el mes en que el calor consume
el fresco de los labios y las rosas.
Ya llega la emoción, llega el perfume,
llegan las voces del amor gangosas,
y enjambres de poetas con desmayo
recuerdan que por mayo era, por mayo.
Es la época en que el cuerpo más raquítico
siente robustecer cada partícula;
en que los brotes verdes del político
se aprestan a morir en la canícula;
en que este curso peliagudo y crítico
anuncia el colofón de su película;
y en que el atchís del estornudo enérgico
declara sin cesar: ahí va un alérgico.
En abril fue la vacación pascual;
en junio casi veranito es,
y va entre treinta y treinta el mayoral,
don Mayo, que por eso es entremés:
engaña con sabores de estival
y dentro lleva el pique del estrés
para el que su temario no acabó
y ya no tiene tiempo, como yo.
Dense prisa en fechar su último examen
aquéllos que den clase a bajo costo
antes que, al fin de nueve meses, llamen
sus dos lindos bebés julio y agosto.
Y para que no impugnen ni reclamen,
os recomiendo el infalible mosto
que críe a los dos nenes con sosiego:
poner un diez a todos y hasta luego.