Alacrón nos obsequia hoy con un homenaje al viento, ese fenómeno invisible que, con su pasar, simboliza tantas cosas en este mundo:
Viento es todo en este mundo,
aire huero, arroz inflado,
globo hueco y vagabundo
que hace ¡pum! en un segundo
cuando apenas se ha soltado.
Viento son las ambiciones
que nunca llegan a puerto,
viento son las ovaciones
que cubren de galardones
los funerales del muerto.
El viento impulsa la vela
de los periplos marinos,
y es quien sopla, corre y vuela
para que muevan su muela
las aspas de los molinos.
Viento suena en el trombón,
en la flauta, en la trompeta,
la gaita, el acordeón,
la dulzaina, la corneta,
la tuba y el saxofón.
Y amén de tanto instrumento,
hay viento en los abanicos,
en el cuerpo que alimento,
en la pompa de los ricos
y en los buñuelos de viento.
Viento echan boca y nariz
y otro orificio cantor
que, cuando sufre un desliz,
aporta siempre un matiz
oloroso y delator.
De viento las cosas son,
porque ¿qué somos por dentro
sino átomos en montón
con un protón en el centro
y, a años luz, un electrón?
Pero cese ya mi acento,
calle mi voz al momento;
si no, me expondré sin duda
a que alguno me sacuda
o me mande a tomar viento.