No es lo mismo ser sincero que ser deslenguado. Esa sutil distinción semántica no la entienden algunos que blasonan de sinceridad cuando lo que tienen es una pésima educación y desconsideración hacia el prójimo. Envenena Ponzoñón:
«Yo digo lo que pienso», nos subraya
doña Qué Chula Soy con narcisismo,
y suelta a tutiplén cada aforismo
que al más pintado lo despinta y calla.
Quien no es capaz de mantener a raya
su lengua, ¿en lo demás no hará lo mismo?
Y quien equivocó en su catecismo
las frases ser sincera y ser canalla,
¿será persona o perro? ¿Ladra o piensa?
En fin, yo pienso que ¡maldita labia
la que es no a hablar, sino a morder propensa!
Por eso, ¡zape! al que en hablando agravia,
pues más que herir, dará una alergia intensa;
más que opinar, nos pegará la rabia.