Los alacranes, invulnerables a los mosquitos, se compadecen sin embargo de los miserables humanos en que los cénzalos asestan sus traicioneras banderillas. Habla Chis:
Después de haber matado a aquel mosquito
que en mí saciaba su asquerosa hambre,
me dijo mi mujer dándome un grito:
¿Por qué asesinas a tu propia sangre?
Con los mosquitos, a muerte
ResponderEliminarUno de los pocos animales hacia los que no demuestro ni pizca de misericordia.
EliminarNinguna compasión hacia ellos.
ResponderEliminarExtingámoslos.
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