¡Qué bien describe Ricardo Rodríguez en Un fuego inesperado (Colección DKV de Poesía, 2013) la soledad que sucede a la mutilación del amor! Lo vemos donde solo hay un reflejo, lo oímos donde solo resuena un eco; y como último recurso, intentamos apresarlo en nuestras palabras:
Un poema también es una jaula
para este amor sin nombre.
Han llamado a la puerta, y no eras tú:
es decir, no era nadie.
Sólo el viento
de mayo, que no sabe
cómo me duele abrir la puerta
al fantasma del aire.
Precioso.
ResponderEliminarLo es, lo es.
EliminarQué extraña sensación cuando llaman a la puerta y al abrir no hay nadie...Saludos.
ResponderEliminarSe desconcierta uno consigo mismo.
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