En estas fechas en que el consultorio se llena de miasmas, casi todos hemos tenido que visitar el ambulatorio o el hospital por nosotros o por nuestros familiares. Lo que hace unos años se llamaba el médico de cabecera se llama hoy médico de familia. Si un extraño oyera eso, pensaría en ese doctor al que se llama por teléfono a cualquier hora, nos lo coge afablemente y no duda en plantarse en nuestro hogar fonendoscopio en mano ante la más mínima inquietud nuestra; nos pregunta cómo nos va y es casi un miembro entrañable de la familia. Pero estaría equivocado, como se lamenta Alacrante:
Filosón opina que Internet ha condenado a la tradición a la extradición. He aquí una de tantas pruebas:
Enseñó el tatarabuelo a mi bisabuelo a hacer el nudo de la corbata; mi bisabuelo, a su vez, enseñó a mi abuelo a hacerlo con esmero y honradez; mi abuelo enseñó a mi padre; y a mí un chino en internet.
Las modas las imponen los ricos. Antiguamente, tener la piel tostada era signo de baja extracción social, de estar laborando de sol a sol; los ricos, en cambio, tenían la piel tan pálida que hasta el azul de las venas se adivinaba. Sin embargo, cuando a fines del siglo XIX les dio a los aristócratas y burgueses por tomar baños de sol en la costa, la plebe, que ya había empezado a recatar su piel, tuvo que ingeniárselas para poder también broncearse. Ahora que todo el mundo se morena, ¿qué nueva moda se les ocurrirá a los potentados? ¿Volver a la palidez? Aunque ya está todo dicho, escuchad a Alacrante:
Ama y haz lo que quieras, dijo san Agustín. El siglo XVIII y su camada de centurias han suprimido las dos primeras palabras, como aquí sentencia Filosón:
Se cumplen hoy 34 años del 23-F. Alacrón, el más gordo de mis escorpiones, ha escrito un romance sobre nuestro jubilado Juan Carlos I, que junto a Alfonso XII, El Cid y don Rodrigo pasa a integrar así el prolijo e ilustre corpus de reyes españoles romanceados. Sin duda alguna, la hazaña que despierta en los españoles un orgullo más unánime sobre el monarca no fue su protagonismo indiscutible en la Transición ni su heroica fidelidad a la democracia en el golpe de estado, sino la siguiente proeza:
Antaño los jóvenes se agrupaban en ideologías políticas y aun revolucionarias. Hoy se agrupan en modas indumentarias, como consigna Filosón en este alacrán:
Un puñado de humanos se prepara a conciencia para colonizar Marte. Filosón dedica su aguijón de hoy a todos los cobardicas que no nos atrevemos a tamaña empresa:
Viperio ha leído poesía moderna y se ha encontrado esto: «Mi huevo izquierdo cuelga más que el otro./Juntos testifican que soy un hombre/acabado e imperfecto, solitario/a pares. Celebro mis manos llenas/de corazón centrado y suspendido,/agradable peso de cuero y leche./Canto porque son dos ahora mis huevos». Le ha salido este alacrán de no sabe dónde:
Ya han salido a la circulación las nuevas monedas con la efigie de nuestro nuevo rey, Felipe VI. Este rito, repetido a lo largo de siglos y siglos de continuidad dinástica, ha sugerido en la mente chistosa de Chis la siguiente escena: Antes que la ley prestigie la moneda que, hecha a mano, va acuñada con la efigie en perfil del soberano, ¿irá alguna autoridad o comité distinguido a decirle: ―Majestad, ¿se ve usted favorecido?
Hay dos formas de reaccionar ante el asomo de la vejez: como un filósofo y como un presumido. Nuestro poeta Espronceda gimió ante el espejo mientras, al afeitarse, se descubrió algunas canas: ¡Malditos treinta años,/funesta edad de amargos desengaños! Porque ya se veía más próximo a la tumba. El temor de los presumidos es otro, como sugiere aquí Escorporal: