Hay dos formas de reaccionar ante el asomo de la vejez: como un filósofo y como un presumido. Nuestro poeta Espronceda gimió ante el espejo mientras, al afeitarse, se descubrió algunas canas: ¡Malditos treinta años,/funesta edad de amargos desengaños! Porque ya se veía más próximo a la tumba. El temor de los presumidos es otro, como sugiere aquí Escorporal:
Todo guapo que madruga
y se mira en el espejo
no teme encontrarse viejo,
teme encontrarse una arruga.
¿Y qué me dices de las canas? Buaaaaa
ResponderEliminar¡Que no es para tanto,hombre!
Y canas y dolores musculares y artritis y...
EliminarLa vejez es una señal de que hemos vivido mucho. Dios quiera que lleguemos a ser muy viejecitos...
ResponderEliminar¡Cuánta razón! Mientras más viejos, mejor.
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