Alacrón nos obsequia en esta lluviosa mañana de mayo con un aguijón fabuloso… digo fabulado:
Dos crótalos de una panda
de verdiales dieron fuertes
percusiones de alegría
por el bautizo campestre
de la hija del crotalero.
Cuando todos los presentes
acabaron de oír el cante,
jalearon al intérprete
y sentenciaban peritos:
«Esos bronces tienen duende».
Los crótalos, que lo oyeron,
se sintieron casi héroes,
pero el diestro dijo al zurdo:
«Es a mí a quien enaltecen.
Me iré a buscarme la vida
yo solo. Tú me entorpeces.
Ya sabrá apreciarme algún
verdialólogo eminente».
Y se deslizó del dedo
del crotalero, que al verse
de pronto con sólo un crótalo,
se lo dio a su lindo nene.
Recogido por un viejo,
el crótalo disidente
acabó de apagavelas
de una ermita alta y agreste.
Cuando el bebé se hizo un niño,
tomó el suyo por juguete,
se lo puso como escudo
a su soldado más fuerte
y lo nombró capitán
de su ejército de duendes.
Terminados ya los platos,
recogidos los manteles,
¿qué crótalo repicó
a la postre con más duende?
¡Hay que gente que sabe aprovecharlo todo!
ResponderEliminarEs gente imaginativa, sin duda.
EliminarBonita fábula. Al final la avaricia rompe el saco. Quería ser mucho más y acabó de apaga velas. Muy bueno sí señor.
ResponderEliminarEso nos pasa a todos los que aspiramos a demasiado, que nos quedamos de teloneros.
EliminarMuy buena fábula que nos enseña que ir en la vida de prepotente no es una actitud que te vaya a llevar a triunfar. A ver si la leen unos pocos y pillan la moraleja
ResponderEliminarLa prepotencia suele degenerar en impotencia.
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