Pocos poemas habrá tan barrocos, desengañados y macabros como este alacrán de Filosón:
Larva que arraigarás en mi fiambre
royendo mi aparato digestivo
o el páncreas o esta mano con que escribo.
Larva a quien yo concederé raigambre,
en mí podrás fundar un vasto enjambre
que con mis restos seguirá bien vivo.
Mi mente os servirá de aperitivo,
en mis neuronas saciaréis el hambre.
Seré vuestra cocina, vuestra cama,
vuestro atril, vuestra alcoba, vuestro váter.
Un día dejaréis vuestro pijama
y saldréis en escuadra de mi cráter,
como un nublado que ante el sol proclama
que mi carroña fue vuestra alma mater.
Asqueroso pero cierto.
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