LA FUSA Y LA CORCHEA
Una fusa escueta y joven,
casquivana y algo tuna
se ufanó de integrar una
partitura de Beethoven.
Y al juzgarse venerable
en razón de tal presea,
una estúpida corchea
le echó en cara su execrable
cincuentavo de compás,
y alegó que a ella tocaba
ser la nota que se alaba,
puesto que duraba más.
Como esta nota notoria
voceaba su primacía,
y la fusa no cedía
ni un ápice de su gloria,
llevaron su trapisonda
por el pentagrama entero
en busca del medianero
dictamen de una redonda,
que sentenció: «Las corcheas
que se precian de su fama
por un tris de pentagrama
son igual que las pigmeas
que neciamente presumen
de que sus breves personas
son más nobles que las monas
en cuestiones de volumen».
Pues a mí me gusta más el dibujo de las fusas y corcheas que las de las redondas que son simples y gordas.
ResponderEliminarLa levedad tiene su encanto.
EliminarA mí me gustan las corcheas, sobre todo las corcheas de las botellas de vino cuando se descorchean...
ResponderEliminarO sea, no eres de fusas, de esas vienen en sobrecitos en infusiones.
Eliminar¡Peregrina y hermosa fábula! Casi has creado un género nuevo.
ResponderEliminarGracias. Fábulas con personajes peregrinos.
Eliminar