martes, 14 de junio de 2016

Las tres trompas

Quien no tiene padrino no se bautiza. Esa es la verdad con que se topa quien confía en el valor de su simple mérito. Alacrón nos lo cuenta en una fábula:

A una orquesta de viento llegó un trío
de trompas a solicitar empleo.
La primera de ellas, con el brío
locuaz y desenvuelto de un tebeo,
dijo: «Con amplitud casi inaudible,
recorro las escalas del sonido.
Soy la trompa de Eustaquio, imprescindible
para aquéllos que tengan buen oído».
La segunda alegó: «Nota que encuentre
perdida en cualquier son, nota que copio
mejorada con creces en mi vientre,
pues soy la noble trompa de Falopio».
Y la tercera: «Soy la más mezquina.
Yo tengo nombre, pero no apellido.
Soy una simple trompa. En mi cabina
de metal se fabrica sólo ruido.
Imito al cuerno, al galopar, al búho,
al viento, y los musico en mi ser propio».
El tribunal, no obstante, escogió al dúo
que hacían la de Eustaquio y de Falopio.
En esta sociedad, si no se es hijo
o ahijado de algún sol que nos irradie
su nombre, se consigue un puesto fijo
igual al de la trompa de Don Nadie.







4 comentarios:

  1. ¿Y en qué lugar quedaría la trompa del elefante?¿Y la trompa que lleva el borracho?

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  2. Un buen padrino no da trompazos a diestro y siniestro

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