Ponzoñón aprovecha la reciente llegada de la primavera para criticar las costumbres últimamente sedentarias de las antaño nómadas cigüeñas:
LAS CIGÜEÑAS
Y EL VERTEDERO
Se aprestaba una bandada
de cigüeñas a emigrar
cuando, a mitad de jornada,
hallaron un muladar.
«Quedémonos aquí abajo.
Con esta pensión completa,
no habrá que buscarse el tajo
cruzando medio planeta».
Y se quedaron no un día,
sino hasta diez estaciones,
dando lugar a la cría
de otras diez generaciones.
Un día, el ayuntamiento
de aquella ciudad dispuso
cambiar el emplazamiento
del vertedero en desuso.
Y soterrando entre peñas
y pinares la basura,
privaron a las cigüeñas
de su comida segura.
Viéndose sin pan ni vino
y casi en pleno verano,
emprendieron el camino
de vuelta a suelo africano.
Como ya se habían muerto
las que sabían llegar,
nunca llegaron a puerto
y se ahogaron en el mar.
Cuando el progreso te tala
las raíces, no podrás
ni echar adelante el ala
ni echar el ala hacia atrás.
¡Las pobreticas, en qué situación de necesidad y desamparo se hallan!
ResponderEliminar¡Con lo dignas que parecían antes de que se aficionaran a los vertederos!
EliminarY no sólo hablamos de cigüeñas, también de patos, gansos, cisnes, mirlos, alondras, zorzales y cualquier ave migratoria que encuentre un vertedero.
ResponderEliminar¡Cosas de la vida! Si son animales los que habitan un vertedero, viven a cuerpo de rey; si hombres, son unos desgraciados.
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