Recuerdo la primera vez que vi una abubilla en el campo. ¡Era tan bella! Entonces me dijo mi padre: «¿Tú ves lo bonita que es? Pues peor huele». Ponzoñón me oyó referir el caso y le dio esta atinada aplicación moral:
¡Qué bella la abubilla,
que abanicada
de linda pluma, hiede
no obstante a caca!
¡Y qué de bellos
cuerpos van por el mundo
oliendo a muerto!
Sabias palabras de un gran sabio en la materia como fue tu padre. Qué recuerdos más entrañables me llegan a la cabeza y cuantas enseñanzas nos inculcó.
ResponderEliminarGracias, José. Fue un hombre natural en el sentido más amplio de la palabra. Un sabio de la naturaleza y de los hombres.
EliminarEn Murcia las llamamos "perputas", "porputa", "pesputa" .
ResponderEliminarDe cualquier manera que las llaméis, suena fatal, con lo bonita que es.
EliminarSería mucho peor si olieran mal desde el alma.
ResponderEliminarY cómo apestan algunos.
Pobre abubilla, tan hermosa.
El hedor del alma es el peor, aunque algunos hedores corporales no le van a la zaga.
EliminarBueno,al menos de lejos es bonita,que hay quien no sólo huelen que apestan sino que encima son feos,¡pa rematar!
ResponderEliminarEso demuestra que uno debe compensar la fealdad con otras virtudes, como el aseo.
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