He aquí que Chis trae a colación un pecadillo lírico mío de juventud. ¡Bocazas!
¡Oh boca de mi amor, deja que exalte
la única perla que en tu gris guarida
presume de guarrid... digo garrida
entre orfandades donde más resalte!
Tanto idolatro ese tumor de esmalte
que, cuando se le pega la comida,
tú, con deseo de alegrar mi vida,
a él pareces ordenarle: “¡Salte!”
y a mí pareces susurrarme: “¡Entra!”.
Yo enamorado sin dudar me integro
en ese mar donde mi ser se centra,
y cuando varo en tu enciar, me alegro
con la ilusión del buscador que encuentra
en pozos de alquitrán tu diente negro.
Es un poema odontológico que tiene mucho de lógico. Mi hija Ana María tiene dos dientecillos que parecen dos granitos de arroz. Saludos
ResponderEliminarPero esos dos dientecillos se merecen un poema de ángeles y perlas, no la escatología de este soneto. Que la boquita de Ana María siga llenándose de jazmines.
EliminarEs muy escatológico...pero no tiene nada de mentira....jajaja
ResponderEliminarAlgo exageradillo sí que es.
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