En estos gratos y apacibles días estivales, se ha armado una cuestión filosófica entre los alacranes de mi terrario. El motivo —baladí como en toda trifulca dialéctica que se precie— arrancó de un almuerzo en que su mecenas —esto es, mi menda —se puso feo de mejillones. Filosón ha formulado la cuestión así, con la esperanza de suscitar entre todos los ponzoñeros un debate más interesante que las quinielas sobre pactos post-electorales:
¿Cuál es mayor mejillón?
¿El de carne más rechoncha
o el que en tal competición
tiene más grande la concha?
¡Irresoluble cuestión!
Yo voto por el de carne más rechoncha. Así salgo ganando. Y mira que están exquisitos los mejillones,¿verdad?.
ResponderEliminarAl vapor, deliciosos, y la mar de naturales, vamos de la mar natural.
EliminarPues yo, ¿qué quieres que te diga? Los mejillones no son lo mío, y si encima son gordos... ¡Puaj!
ResponderEliminarEntonces, cuanto más chiquito, mejor.
EliminarLas apariencias engañan. Yo soy mucho de mejillones. Saludos.
ResponderEliminarSí. Más de una vez he visto una concha soberbia que, al abrirse, me ha acarreado terribles desengaños.
EliminarNo hay que fiarse de las apariencias.
ResponderEliminarEsa es la moraleja.
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