Ayer fue día de San José y, por ende, día del padre. En el colegio de mi hijo, donde siempre se había celebrado con la entrega por parte de los vástagos de uno de esos detallitos manuales que tanto derriten el corazón de los padres, se ha suprimido la celebración en atención a esos niños cuyo progenitor ya no vive en casa, aunque, digo yo, siga siendo su padre. Mi hijo de seis años estaba indignado. Una vez más, se ha impuesto sobre la cordura y la sensatez lo políticamente correcto. Para colmo, me encuentro en la preinscripción para mi hijo pequeño que a mí ya no me llaman padre, ni a mi mujer, madre. Ponzoñón ha recogido en un aguijón este nuevo intento de tergiversar el vocabulario:
¡Qué orgulloso estoy! ¡Qué honor
que este mundo, en su labor
de hallarme un nombre que cuadre,
no me quiera llamar padre
y me llame guardador!
Esto es indignante. Quieren cambiar todo para hacerlo con tanta igualdad y sin ofender a ningún colectivo o raza, que ya lo que hacen es destrozar nuestro vocabulario y ya mismo hasta nos harán dudar si somos realmente padres. Esto es increible.
ResponderEliminarPor incluir minorías muy minoritarias, se hace cierto desprecio a las mayorías.
Eliminar¿Los "guardadores" no son esos señores políticos que se "guardan" los dineros?
ResponderEliminarPeor me lo pones, pardiez.
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