Para advertirnos del peligro de abusar de los incisos, Alacrón nos obsequia con esta fábula de argumento en realidad brevísimo:
Érase una vez que se era
(y una vez sido, ya el ser,
siendo como es pura esencia,
no será lo que no fue),
un verde (y al decir verde,
no se entienda inmadurez
ni lujuria de vejete,
sino color sin doblez),
periquito (y no se crea
que lo estoy llamando a usted
si acaso es Pedro su nombre,
que periquito es también
un pájaro tropical
que se suele poseer)
que estando en su jaula (y vuelvo
a abundar en lo del ser,
que no es lo mismo que estar,
pues quien está también es,
mientras que ser sin embargo
no implica estar a su vez)
fue al grano (y basta de versos,
que si el periquito aquel
por yantar quiso ir al grano,
el poeta no lo fue).
Muy simpático. El poeta quería escribir versos y el periquito tan sólo pretendía comerse el mijo. Saludos.
ResponderEliminarLo pragmático y lo ideal, juntos en una fábula. Saludos sin ambages.
EliminarEs lo que tiene los incisos, que lo breve lo hace eterno.
ResponderEliminarA veces los incisos tienen más que decir que los discursos.
EliminarSublime.Me ha encantado.Qué maestría Daniel
ResponderEliminar¡Cuánto tiempo, Anita! Muchas gracias. Me alegro.
EliminarSe agradecen las glosas.
ResponderEliminar¿Que sería de la vida sin glosarla?
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