Decía mi padre, ante los aspavientos que hacíamos al hallar un gusano en una castaña y los remilgos que hacíamos al comernos otra, que no temiéramos comernos el gusano, porque el gusano, que solo se alimenta de castaña, sabe a castaña quintaesenciada, a lo mejor del fruto. Ahora me doy cuenta de que pensaba como Quevedo cuando, en los tragos de vino, toleraba a los mosquitos difuntos en el generoso caldo:
Tudescos Moscos de los sorbos finos,
Caspa de las azumbres más sabrosas,
Que porque el fuego tiene mariposas,
Queréis que el mosto tenga marivinos.
Aves luquetes, átomos mezquinos,
Motas borrachas, pájaras vinosas,
Pelusas de los vinos envidiosas,
Abejas de la miel de los tocinos,
Liendres de la vendimia, yo os admito
En mi gaznate pues tenéis por soga
Al nieto de la vid, licor bendito.
Tomá en el trazo hacia mi nuez la boga,
Que bebiéndoos a todos, me desquito
Del vino que bebisteis y os ahoga.
Sabias palabras de las que ahora nos damos cuenta. Cuanto se aprende de los mayores por ser sabios de la vida.
ResponderEliminarMás sube el diablo por viejo que por diablo.
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