A Córdoba, que no es mi ciudad de nacimiento, le debo mucho, empezando por la mujer que crió para mí y por los hijos que se están criando en ella. Pese a los años que lleva acogiéndome, sigo mirándola como un turista fascinado; y siempre que paso por el puente (que es dos veces al día), no puedo evitar echar un vistazo fugaz a las aguas del río emocionarme pensando que paso nada más ni menos que por el Guadalquivir, uno de los ríos con mayor solera de la cultura española. Para él, un poema más escrito por Candidalgia:
Trina el Guadalquivir. Y su azul senda
por las viejas aceñas aquilata
piedras que el agua convirtió en cantata,
aguas que el tiempo convirtió en leyenda.
Los molinos y el río, en mutua ofrenda,
se dieron con parlera serenata,
ellos espuma a su raudal de plata,
y él granos de cristal a la molienda.
Sus muros hoy son menos que memorias
que pueblan repudiadas los bajíos
del fiel Guadalquivir. Y entre las norias,
dan fe los cangilones ya vacíos
de que también pueden molerse historias
de amor entre los hombres y los ríos.
Que bella es Córdoba, su ciudad, su gente, su cultura, su gastronomía, su río y su esencia. Es una ciudad que enamora y que tenemos la suerte de tenerla de hermana en Andalucía.
ResponderEliminarMálaga y Córdoba se llevan muy bien. Doy fe.
EliminarMe gustan las norias.
ResponderEliminarYa somos dos.
Eliminar