He leído un libro precioso de poesía. Su título, La sombra compartida, que hizo acreedor a su autor, Manuel Laespada Vizcaíno, del premio Tardor de poesía de 2013. Editado por Aguaclara, el libro es un poemario exprimido del hondón de la sinceridad, de una sinceridad construida sobre una belleza labrada artesanamente y —en tantos casos— exquisita. Copio aquí uno de los poemas que más me ha conmovido. En él Laespada hace inventario de la libertad a través de cinco mágicas peripecias que llevan al extremo las consecuencias de ser libre. Cada una de esas cinco venturas son un paso más hacia un desatarse, hacia un desasirse tanto de uno mismo que, en sus últimas consecuencias, llevan al precipicio de la muerte:
Para ser libre
soñaba con subir a la rama más alta
de un árbol inventado;
dormir entre el cabello de la lluvia;
llegar adonde el águila y robarle
su corazón de azogue;
ser precio y que rizase su cintura
el aliento del mar;
y hacer, con disimulo,
un puñal de cristal,
y asesinar a su ángel de la guarda.
Deberíamos valorar más nuestra libertad. Y en estos días, en todo este año, estamos demostrando que no es así. Saludos
ResponderEliminarSi fuéramos Cervantes o Mandela, seguro que la apreciábamos más, o si viviéramos en Pyonyang o en Kabul.
EliminarLa libertad es como la salud, no se valora hasta que no se pierde.
ResponderEliminarLuego es mejor no darse cuenta del valor que tienen.
Eliminar¿Y se llega alguna vez a ser libre?...
ResponderEliminarLibre como el viento, que va adonde le empujen.
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