Promulgado el descanso de lo cáustico, quiero transcribir aquí un hermoso poema de Jorge de Arco. Pertenece a su libro La lluvia está diciendo para siempre, publicado en la Colección Melibea, de Talavera de la Reina, y que le hizo acreedor al prestigioso certamen «Rafael Morales» de poesía. La lluvia está diciendo para siempre es un poemario que moja el alma, un viaje de ida y vuelta a uno mismo, la historia de un querer y de un querer olvidar. Dentro del intimismo que rebosa el libro, me quedo con este poema sobre la ausencia y la soledad, y la consignación de que, cuando la soledad es sobrevenida, nos convertimos en el peor compañero de nosotros mismos:
Entre sombras de ausencia
renace un hombre
que se marchita luego.
Yo formo parte de esas sombras.
Me envuelvo en ellas
para alcanzar mis últimas estancias.
Pero llamo a mi puerta y no me abro.
Detrás aún debe hallarse
mi antiguo corazón,
o sus cenizas.
Y sigo sospechando
cómo muero de mí
entre estas
paredes calcinadas.
Dentro de nosotros, están todos los que fuimos, en mejor o peor estado de conservación. Saludos.
ResponderEliminarEs verdad: somos una serie de hombres sucesivos.
EliminarLa soledad no es buena compañera de nadie. Preciosos versos.
ResponderEliminarPero es más espantosa todavía
Eliminarla soledad de dos en compañía.
(Ramón de Campoamor).
Renacer y marchitarse, ese es nuestro día a día; lo importante es que llenemos el "entremedio" de algo que nos empuje a volver a renacer al otro día
ResponderEliminar¡Qué buena enseñanza!
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