Alacráneo nos pinza con su crudeza:
Murió su padre y el dolor fue largo,
sincero; pero al conocer la herencia,
el gozo quitó el sitio a la dolencia
sumiendo tanta lágrima en letargo.
Esta misma alegría, sin embargo,
le dio remordimiento de conciencia.
¿Pues en qué alma cabría, en qué existencia
sentir un sinsabor tan poco amargo?
No te atormentes, hombre. Sé que duele
ver tan vecina al malestar la fiesta.
El alma a veces es como un pelele:
la llevan y la traen. ¡Qué vida esta!
¡Que exista una tristeza que consuele
junto a un tibio placer que nos molesta!
Parece que se siente uno muy mal cuando de una tristeza surge una alegría.
ResponderEliminarSomos así de débiles y de inseguros.
EliminarAunque después del gozo de la herencia vuelve el sinsabor de los impuestos a los que hay que hacer frente.
ResponderEliminar¡Uf ¡Qué grandísima y dolorosa verdad, al menos en Andalucía!
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